El doctor José Antonio Rodríguez Montes aboga por el pleno desarrollo de la proctología

El prestigioso cirujano ingresó como miembro numerario en la RADE, con la medalla 114

El doctor José Antonio Rodríguez Montes aboga por el pleno desarrollo de la proctología

Don Juan de Austria y Enrique V de Inglaterra murieron por patologías anorrectales, y Napoleón Bonaparte, Martín Lutero, Calígula o Casanova, entre otras figuras históricas, las padecieron. Pero la importancia actual de la coloproctología viene determinada por el número de pacientes, la influencia psicológica en los operados y familiares y sus repercusiones económicas y sociales. Por estas razones, al ingresar como miembro de número en la sección de Medicina de la Real Academia de Doctores de España (RADE), con la medalla número 114, el doctor José Antonio Rodríguez Montes aseguró que cada día es más patente la necesidad de que la coloproctología “se desarrolle en plenitud y sea reconocida mediante programas para su estudio y promoción”.

El acto, que estuvo presidido por el titular de la RADE, doctor Jesús Álvarez Fernández-Represa, contó con la presencia del rector de la Universidad Autónoma de Madrid, José María Sanz Martínez, autoridades académicas de diversas universidades, miembros de otras reales academias y personalidades del sector sanitario.

En su discurso de ingreso, Evolución histórica de la proctología: del cauterio a la cirugía robotizada, el nuevo académico destacó los acontecimientos más significativos en la evolución de la proctología desde las más remotas civilizaciones hasta hoy. Una consideración debida no solo a la frecuencia de estas enfermedades, sino a la repercusión de sus síntomas y su influencia en la vida y actividad social del hombre. “Las hemorroides, prolapso, fístulas y abscesos anales han afectado a lo largo de la historia a reyes, gobernantes, líderes y gente común, donde la experiencia y habilidad de los médicos y cirujanos han jugado un papel sobresaliente para su alivio y curación”, dijo en su discurso, que fue contestado por el doctor Juan José Aragón Reyes, miembro de la misma sección.

Una hemorragia tras una operación de hemorroides acabó con la vida de don Juan de Austria, el vencedor de Lepanto, y una fístula que los cirujanos de entonces no podían curar causó la muerte de Enrique V de Inglaterra. La derrota de Napoleón Bonaparte en Waterloo se atribuye a las hemorroides que padecía. Del mismo mal sufrieron Martín Lutero, Enrique VIII de Inglaterra, Federico II el Grande de Prusia o José II de Habsburgo. El cardenal Richelieu soportó múltiples fístulas anales, y diferentes patologías anorrectales aquejaron a Calígula, Darío rey de Persia, el marqués de Sade, el compositor Franz Peter Schubert, el zar Iván el Terrible, Casanova y, recientemente, a la cantante Madonna.

La relevancia de los pacientes ha tenido su influencia en el desarrollo de la medicina que se ocupa de estas enfermedades. En 1686 Luis XIV de Francia, el Rey Sol, fue operado con éxito de una fístula anal por el primer cirujano real Claude Françóis Félix de Tassy. El notable resultado dignificó la profesión de cirujano al tiempo que desacreditó a los charlatanes que, hasta ese momento, habían fracasado con todas sus propuestas de curación de su majestad.

Existían proctólogos en el antiguo Egipto, “algunos con el pomposo título de ‘Oculista y guardián del ano del Faraón’”, que aplicaban una extensa farmacología sin tratamiento quirúrgico. “Los médicos asirio-babilónicos (siglo XII antes de Cristo) mencionan repetidamente las hemorroides, que atribuían a obra de magia, de dioses y de demonios, sin que por ello dejaran de esforzarse por encontrar un tratamiento local”. En la cultura hindú se describieron procedimientos quirúrgicos para hemorroides, fístulas y prolapso de recto, así como tratamientos con cáusticos o la ligadura con crin de caballo.

De castigo divino a tratamientos espirituales

En los Evangelios hay referencias a las hemorroides, a veces como castigo de Dios, y al prolapso rectal. En la Grecia clásica, “Hipócrates sugirió por primera vez los baños calientes de las caderas, el cauterio para tratar las hemorroides y documentó los abscesos isquio-rectales, las fístulas anales y su tratamiento; propagó el uso del enema y de la inyección de aire para tratar el íleo”. La gran figura de la medicina romana, Claudio Galeno, “describió las fístulas anales, con destalladas instrucciones para su tratamiento”.

En la América precolombina, el médico brujo administraba productos naturales o practicaba rituales para tratar estas patologías. En la Edad Media, la medicina mezcló ciencia y misticismo. Los monjes, que atesoraban en los monasterios los textos griegos y romanos, aceptaban sin discusión los conceptos galénicos, pero tuvo gran auge la "curación espiritual”. San Fiacro se convirtió en patrón de los enfermos de hemorroides. Había métodos operativos para tratarlas, como exteriorizarlas con un gancho y seccionarlas con un cuchillo de ancha lámina, para aplastarlas y cauterizarlas. “No es extraño -señaló Rodríguez Montes- que ante estas opciones los enfermos prefiriesen visitar al santo antes que al cirujano”.

La cultura árabe vino a salvar en parte la cirugía de su decadencia. Abu al Qassin al-Zaharawi, el más importante cirujano árabe medieval, que nació en Medina Azahara (Córdoba) y vivió en la corte de Abderramán III, recomendó la cauterización sobre sonda acanalada de la fisura anal, y diferenció varios grados de hemorroides, las fístulas anoperineales y la fisura anal, los anos imperforados y varios tipos de estreñimiento. Por su parte, Avicena recomendaba ligar las hemorroides con crines retorcidas, porque no se pudrían.

En el siglo XVI, en pleno Renacimiento, las cátedras universitarias permitieron comprender mejor la cirugía a pesar de los obstáculos religiosos y jurídicos. Aparecieron figuras, como Andreas Vesalio, que dejaron documentos de sus conocimientos proctológicos, o Leonardo da Vinci, que publicó un innumerable catálogo de ilustraciones anatómicas de órganos internos del cuerpo.

El respaldo de un éxito regio

En el XVII se afirmó el método operatorio de las patologías anorrectales gracias, entre otros acontecimientos, al éxito citado del cirujano del Rey Sol de Francia. El XVIII “se caracteriza por la consolidación de los avances conseguidos en los siglos precedentes y la eliminación definitiva de las huellas medievales”.

En el XIX, la proctología se instauró como disciplina médica que, “si bien se practicó en lugares y circunstancias muy concretos, da la impresión -subraya Rodríguez Montes- de que en algunos momentos estuvo más reconocida incluso que en la actualidad. La aparición de los primeros textos especializados en la materia, las primeras resecciones rectales por vía perineal, la apertura del St. Marks’s Hospital y los cambios conceptuales llevados a cabo en Francia fueron las circunstancias que marcaron su progreso”.

La actividad del citado hospital, indicó el recipiendario, abrió un periodo brillante de la historia de la proctología por el papel clave que desempeñaron su fundador, Frederick Salmon, y sus sucesores. Salmon se refirió a las patologías anorrectales como “enfermedades de las cuales puede decirse con verdad que no hay ningunas más difíciles de soportar, o que produzcan más serias consecuencias, si bien, se duda que haya otra rama del conocimiento médico para cuya adquisición se hayan dado menos facilidades hasta la fecha”.

La primera extirpación con éxito de un cáncer de recto por vía perineal la hizo en 1826 el francés Jacques Lisfranc y, a finales del siglo, se inició el tratamiento de las hemorroides externas con los llamados métodos incruentos. “El siglo XX representa un cambio estimable debido a los sofisticados métodos diagnósticos, al desarrollo de la anatomía patológica, la radiología, la anestesia, la microbiología, al descubrimiento de las sulfamidas y nuevos antibióticos, al soporte nutricional, a las medidas para combatir el shock y a la mejora de los sistemas de transfusión”, precisó Rodríguez Montes.

En el XX se crearon sociedades científicas nacionales e internacionales en la materia, y se cambió la denominación de proctología por coloproctología sobre criterios científicos, dado que colon, recto y ano son considerados una unidad anatómica y funcional indivisible desde todo punto de vista. Los últimos decenios han visto nuevos avances y nuevos materiales biológicos sintéticos, y la terapia con células madre adultas presenta resultados prometedores.

La primera colectomía robotizada se publicó en 2002 por el grupo de Ballantyne, en Estados Unidos, una técnica en la que fue pionero en España Fernández-Represa con su equipo, que la iniciaron en 2006.

Investigador, docente y gestor

Malagueño de nacimiento, como dijo el doctor Aragón Reyes en su contestación, Rodríguez Montes estudió medicina en la Universidad de Granada, donde se especializó en cirugía general y del aparato digestivo. Se doctoró con premio extraordinario en 1975. Dos años después se incorporó al Hospital Universitario La Paz, de Madrid. Después pasó estancias de formación en Cambridge, París y Estocolmo, para volver a La Paz.

Su labor docente en Patología y Clínica Quirúrgica comenzó en Granada y continuó en la Autónoma de Madrid, donde lleva 18 años de catedrático. Ha sido profesor visitante en Bolonia, La Habana, Brasil, Estocolmo y París; investigador principal en 19 proyectos nacionales y europeos, y director de 90 tesis doctorales, 18 tesinas de licenciatura y más de un centenar de diplomas avanzados. De sus líneas de investigación destacan el estudio de los efectos metabólicos y fisiopatológicos del intestino corto, el desarrollo de técnicas quirúrgicas para compensar los efectos negativos de las resecciones intestinales o la prevención del estado de anesplenia, entre otras, que han producido más de 200 publicaciones en revistas científicas y 500 comunicaciones y ponencias en congresos; y es autor de más de cien capítulos de libros.

Ha sido decano de la Facultad de Medicina de la Autónoma madrileña, además de director de departamento y jefe de servicio y presidente de la Sociedad Española de Investigaciones Quirúrgicas, entre otros cargos de gestión, y cuenta con numerosos premios y distinciones. Es académico correspondiente de las reales academias nacionales de Medicina y de Farmacia, de otras regionales y de la Academy of Surgical Research, de los Estados Unidos.