Para Antonio Lamela, la RADE era la academia más adecuada para sus planteamientos superdisciplinares

La corporación dedicó una sesión in memoriam al académico recientemente desaparecido, precursor del ecologismo y de la arquitectura sostenible

Para Antonio Lamela, la RADE era la academia más adecuada para sus planteamientos superdisciplinares

Como el mismo Antonio Lamela Martínez expresó en su discurso de ingreso, la Real Academia de Doctores de España (RADE) era la más adecuada, entre las de su categoría, para un planteamiento superdisciplinar de la envergadura que él pretendía proponer, como indiscutible campo de encuentro de estudios y saberes interdisciplinarios que alberga en su seno especialistas de tan diferentes ramas del conocimiento humano, señaló el Presidente de la RADE, Jesús Álvarez Fernández-Represa, al abrir la sesión in memoriam por el prestigioso arquitecto y urbanista, que ingreso en la corporación en mayo de 1998.

Desde los primeros momentos, las ideas de Lamela fueron más allá de lo urbanístico, subrayó Juan Gómez y González de la Buelga, Académico Supernumerario y arquitecto, lo que le llevó a publicar, en 2007, un voluminoso trabajo en dos tomos sobre geoísmo y cosmoísmo, nuevas disciplinas inventadas por Lamela, como decía Santiago Grisolía en el prólogo, que pretenden contribuir a ordenar territorialmente el planeta en su conjunto. Una síntesis, agregó Gómez, de urbanismo a escala planetaria, que preconizaban el término ecológico, cuando todavía no existía, que Lamela definía como “naturalismo”, y la arquitectura sostenible.

Recorrió el ponente las realizaciones de Lamela, desde sus modestos inicios, como el motel El Hidalgo, en Valdepeñas, o el complejo residencial La Nogalera, en Torremolinos; el edificio de la calle O’Donnell, 34, donde montó su estudio en dos plantas; el conjunto de viviendas de alto nivel Galaxia, el Castellana, 115 y el Pirámides o el Hotel Meliá Castilla. Advirtió Gómez que las Torres de Colón despertaron su curiosidad por su original sistema constructivo, sin soportes exteriores, en el la estructura cuelga de la coronación del edificio. Después vino la remodelación del estadio Santiago Bernabéu, la Terminal 4 de Barajas y, como consecuencia de la repercusión internacional de sus obras, su actividad se expandió por el mundo. Con su famosa corbata sin nudo, siempre sonriente, fue un infatigable trabajador que obtuvo diversos premios españoles y extranjeros, entre ellos, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, en 2005, terminó Gómez.

Visión multidisciplinar y holística

Para Manuel Ramón Llamas Madurga, Académico de Número de la Sección de Ciencias Experimentales y geólogo, Lamela manejaba palabras que no estaban relacionadas directamente con su actividad de arquitecto: ecología y medio ambiente. Su propósito era tratar los temas ecológicos con una visión multidisciplinar u holística, y no solo respecto a nuestro planeta, geoísmo, sino también en el conjunto del cosmos, cosmoísmo.

Pero se ocupó también de otros problemas concretos, como el trasvase Tajo-Segura, del que fue enérgico y constante enemigo. Fue en este ámbito en el que Llamas tuvo mayor relación con Lamela, sin que sus diferentes posiciones impidieran el frecuente cambio de impresiones entre ambos. Lamela participó muy activamente, incluso, en el Observatorio del Agua, de la Fundación Botín, que dirigía Llamas, para exponer su oposición sobre el trasvase.

Otra faceta de Lamela era su notable interés por el buen uso del idioma castellano, “o mejor dicho, español, como siempre me solía advertir cuando yo lo denominaba castellano”, añadió Llamas, antes de concluir diciendo que, en su opinión, las convicciones de Lamela “estaban basadas en su profunda fe católica, de la que no alardeaba nunca”.

Los consejos paternos, su mejor referencia

La mejor referencia profesional y personal para Lamela eran los consejos de su padre, un industrial del sector harinero-panadero, a cuya inteligencia práctica atribuía el éxito que había acompañado su carrera desde sus inicios, afirmó Luis Antonio Fernández-Galiano Ruiz, Académico de Número de la Sección de Arquitectura y Bellas Artes y arquitecto.

Fernández-Galiano tuvo el privilegio de organizar la última entrevista que se hizo a Lamela, y redactó un lacónico perfil profesional, en el que recogía la vívida memoria que el homenajeado guardaba de los consejos de su progenitor. Todavía estudiante, y estimulado por su padre que actuó como socio capitalista, Lamela emprendió la aventura de levantar una obra de la que controló todas las fases del proceso: desde la búsqueda del solar y el diseño, hasta la construcción y venta del inmueble, cuyo resultado fue, apuntó Fernández-Galiano, “quizá su mejor trabajo: el racional y grande edificio de viviendas de O’Donnell, que serviría de laboratorio de ensayos para toda su obra posterior”.

“Necesitamos historias de personas como Antonio, que nos recuerden donde estamos y hacia donde vamos, que iluminen nuestra propia existencia”, manifestó Luis Irastorza, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, al comenzar su intervención. Lamela, indicó era una de esas personas convencidas de que existe algo más allá de la muerte, basado en razonamiento cosmológico, mucho más que antropocéntrico, porque el universo tiene una finalidad, una naturaleza teleológica creada por un ser superior, y el hombre, mediante el uso pleno de sus facultades, como su libertad, tiene mucho que aportar a su cumplimiento.

De las distintas formas con que el hombre puede trascender más allá de su muerte, se refirió Irastorza a la que considera más relevante en el caso de Lamela: sus ideas. Citó sus libros: Cosmoísmo y geoísmo (1776), Del idioma español y su futuro (2008), El agua en España (2014) y Estrategias para la Tierra y el espacio: Geoísmo y Cosmoísmo, un tratado que dirigió con varios autores muy cualificados. Participó en la Cumbre de Rio de 1992, donde impulsó el movimiento medioambiental, y fue socio fundador del Club Español de la Energía, un foro de debate muy activo sobre el desafío del calentamiento global que obliga a la descarbonización de la economía.

No a los trasvases entre cuencas

Seis son las ideas más relevantes de Lamela, según Fernández-Galiano: la preocupación profunda por compatibilizar el mantenimiento de un medioambiente adecuado con el progreso técnico, la confianza profunda en el progreso, el conocimiento científico, la tecnología y la racionalidad del hombre; la necesidad de abordar los problemas de la humanidad desde una perspectiva holística y multidisciplinar, la doble naturaleza material y espiritual del hombre, la necesidad de colaborar en el desarrollo económico de los países emergentes, y la existencia de soluciones al problema del agua en determinadas regiones de España sin recurrir a trasvases entre cuencas.

Ante las tensiones entre civilizaciones y culturas, Lamela propugnaba respeto y diálogo desde el conocimiento profundo de nuestra propia tradición y una importante apertura hacia las otras culturas, dijo el orador. Defendía una acción concertada y holística para luchar contra el calentamiento global, aunque tenía serias dudas sobre sus causas antropogénicas. Para él, la única forma de abordar este problema es con una aproximación holística y multidisciplinar, con altura de miras y solidaridad entre los pueblos y con las futuras generaciones.

Respecto al debate sobre el agua, el ponente enunció las soluciones que proponía Lamela: utilizar racionalmente las aguas subterráneas en cada cuenca, desalar agua de mar, optimizar el consumo, disminuir las pérdidas de distribución y reutilizar el agua regenerada. Los trasvases le parecían ilegales, improcedentes e hipotecantes.

El también arquitecto Rafael de La-Hoz Castanys, cuyo padre avaló la candidatura de Lamela a la RADE y contestó su discurso de ingreso, aseguró haber dispuesto de una privilegiada atalaya familiar desde la que asistió a la trayectoria de un hombre único, que “hizo mucho y muy bueno”. Habló De La-Hoz de cómo su propia obra arquitectónica dio forma a la personalidad de Lamela. Proyectó sus edificios con una única herramienta y un único principio, la integridad, entendida como aquella característica de la obra que le da todo lo necesario para ser útil. “La obra no debe ser perfecta, le basta con ser integradora”, dijo.

Integrar teoría y vida

Lo que le hizo único, continuó De La-Hoz, fue su ambición de integrar en su visión holística a los seres humanos y sus estructuras asociativas como un elemento más. Por eso estuvo tan interesado en el urbanismo y la urbanidad. Él mismo evolucionó aprendiendo lo básico y fundamental de su teoría integradora, para adaptar su personalidad hasta hacerla integrante de su propia teoría. “No había en él ámbitos propios ni distinción entre lo público y lo privado. En él no podía darse la impostura, la falsa apariencia o la mentira”.

El mejor ejemplo de esta fusión entre teoría y vida fue su actitud ante el lenguaje, agregó. “Era consciente de que el lenguaje es el nexo expresivo que hace comprensible lo que pensamos y hacemos. Nada como la lengua nos habla tanto de nosotros mismos. Todo el mundo tiene un lenguaje y un léxico para cada ocasión diferente. Todos intratraducimos y hablamos diferente en público y en privado. Todos, menos Antonio. Por eso para él, los pantanos eran embalses, los peces no se pescaban, sino que se capturaban y los clínex eran toallitas humectadas”.

Rescató De La-Hoz el aforismo de Lichtenberg: “Los humanos somos tan inquietos que seguimos dando una vuelta al Sol cada año después de muertos, para pensar que Lamela sigue dando vueltas alrededor del Sol, y propuso a los circunstantes seguir su ejemplo.

Finalmente, Carlos Lamela, presentó un video conmemorativo, con imágenes de la vida de su padre, y dio las gracias a los asistentes, al tiempo que rememoraba sus palabras sobre la necesidad de adecuar el urbanismo a nuestros tiempos, a nuestra sociedad de hoy y de mañana, y no de la de ayer. “No se puede vivir de la herencia de la historia, hay que hacer examen de conciencia y meditar seriamente, sin soluciones rutinarias, sino con las idóneas y sinceras”.