Las viviendas de los madrileños podrían climatizarse con agua subterránea de forma sostenible

La RADE dedicó al acuífero detrítico situado bajo la capital la primera de tres sesiones previstas sobre los problemas del agua

Las viviendas de los madrileños podrían climatizarse con agua subterránea de forma sostenible

Aprovechar las aguas subterráneas de Madrid, que a dos mil metros están a 80 grados, para calentar viviendas sería uno de los usos posibles del acuífero terciario detrítico situado bajo la capital. Pero las trabas administrativas, entre otras cosas, desalientan a los inversores del que sería un sistema sostenible y controlable de un recurso hídrico poco aprovechado, sobre el que todavía falta mucho por conocer, como puso de relieve la sesión “El agua en el capital natural”, organizada por la Real Academia de Doctores de España (RADE).

Presidida por el titular de la corporación, Jesús Álvarez Fernández-Represa, la sesión, primera de las tres programadas sobre los problemas del agua, fue presentada y moderada por Manuel Ramón Llamas Madurga, Académico de Número de la Sección de Ciencias Experimentales, de la RADE, reputado experto en la materia, quien resaltó la importancia de este acuífero, con sus más de tres mil metros de espesor, y anunció que, aunque habían sido expresamente convocados, tanto el Canal de Isabel II como la Confederación Hidrográfica del Tajo habían declinado la invitación.

El agua forma parte del concepto de capital natural, el conjunto de reservas limitadas de recursos naturales, renovables y no renovables, como el suelo, el aire y todos demás elementos de los que depende la seguridad y bienestar del ser humano, indicó Carlos del Álamo Jiménez, Presidente del Instituto de la Ingeniería de España.

La idea de capital natural surgió hace menos de veinte años, como alternativa a las políticas ambientales aplicadas por los dos grandes sistemas ideológicos del siglo XX: el socialista y el liberal. Los instrumentos de planificación e intervencionismo público aplicados por ambas posiciones han resultado, en el caso del primero, desastrosos, y en el del segundo, claramente ineficiente, precisó Del Álamo que, como ejemplo, añadió que “sería más sencillo movilizar a los casi cuatro millones de propietarios de los montes para que se preocupen de su limpieza y conservación, que el gasto en sistemas antiincendios”.

Otra propuesta para conservar la naturaleza

La propuesta del capital natural es enfocar el uso y gestión de los recursos naturales dentro de la economía de mercado para superar ineficiencias, utilizando la misma terminología y metodología de trabajo del sector económico-financiero, aplicado a la conservación de la naturaleza. El cambio conceptual requiere invertir en naturaleza para promover el desarrollo. “Invertir en infraestructura verde es tan necesario o útil como hacerlo en cualquier otra infraestructura, pero se requiere rentabilidad, no solo económica, sino social, reputacional o cultural”, advirtió el ponente. Se requiere, a la vez, introducir otros conceptos, como los servicios ambientales, e incluir sus cifras en la contabilidad nacional. La UE ya ha incorporado la idea de capital natural a sus políticas, y está invitando al capital privado a participar en la conservación de la naturaleza; y la ONU hablaba, en 2005, de la evaluación de los ecosistemas y clasificaba en cuatro estos servicios: de soporte, de provisión, de regulación y culturales.

Tras entrar en detalle en las dificultades de evaluación de los ecosistemas y los servicios medioambientales, Del Álamo apuntó que el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente ha empezado a analizar la forma de compensar a los propietarios de montes, que benefician los ecosistemas sin recibir nada a cambio. Por otra parte, una proposición no de ley aprobada este año, en el Congreso de los Diputados, pretende crear un fondo forestal nacional para compensar a los titulares de montes que generan servicios ambientales con una gestión sostenible; y, además, el Instituto Nacional de Estadística trabaja ya para incorporar al PIB, en 2030, los datos sobre la riqueza natural de España.

Aludió Del Álamo a que la calidad y cantidad del agua que consumimos los madrileños depende del estado de conservación de los bosques de la sierra; por lo que destinar, por ejemplo, un céntimo por metro cúbico para garantizar la conservación de esos montes, aseguraría la calidad del recurso y compensaría la labor de los propietarios de sus bosques, que no reciben nada por el beneficio que generan a los demás.

Madrid, sobre agua edificada

Los orígenes de Madrid y gran parte de su historia están ligados a sus aguas subterráneas, a diferencia de otras grandes capitales que se han desarrollado a ambos lados de las riberas de sus ríos, planteó Pedro Martínez Santos, profesor titular de la Universidad Complutense. Se cree, prosiguió, que el origen de Madrid fue un pequeño asentamiento visigodo en lo que sería hoy la plaza de Puerta Cerrada, cerca del Palacio Real, porque era el nacimiento de un arroyo que coincide con la calle de Segovia y fluye hacia el Manzanares. Más tarde, los musulmanes construyeron unas fortaleza militar en la misma zona.

Desde siempre, los madrileños han ignorado el Manzanares, por sus fuertes estiajes en verano y peligrosas crecidas en invierno. Como proclama la divisa de su escudo de armas, la ciudad se edificó sobre piedra de pedernal que cubría las aguas del acuífero detrítico, almacenadas en lentejones de arena imbricados en una matriz arcillosa, afirmó Martínez. La influencia del agua en la toponimia madrileña es enorme. Las mayras, una técnica de captación de aguas subterráneas por pozos horizontales, desarrollada en Persia, es el término que parece dar origen al nombre de la ciudad por deformación de mayrat, matrice, matriz, Madrid: “lugar donde abundan las mayras, o canales subterráneos de agua”. E, incluso, el vocablo persa original, Qanat, es el germen de canal, cántaro, caño, cañería, alcantarillado, canillas, canillejas, etc.

En 1750, Madrid contaba con abundantes mayras que abastecían las fuentes repartidas por la ciudad. Cien años después, la población superaba los 200.000 habitantes, y sus 125 kilómetros de galerías de agua subterránea comenzaban a ser insuficientes. El problema alcanzó tal gravedad que Carlos IV llegó a plantearse el traslado de la capitalidad. Pero, tras probar otras opciones, se optó por construir un canal desde el valle del Lozoya, en una obra faraónica para la época, que adoptó el nombre de la reina Isabel II. El agua llegó a la ciudad en 1858, y la población se disparó al coincidir con el ferrocarril y otros avances. La política hídrica española cambió y empezaron a construirse embalses en la sierra. El acuífero, tras la perforación de varios pozos, se utiliza en tiempos de sequía, pero poco más. En cuanto a los vestigios de las mayras, o viajes del agua, Martínez propuso su aprovechamiento con fines turísticos.

Administración y usuarios del acuífero, enfrentados

Juan Atienza Serna, Presidente de la Asociación de Usuarios del Acuífero de Madrid, expresó sus dudas sobre la capacidad de la capital para garantizar el suministro de agua a una población que, de seis millones de habitantes, puede crecer en el futuro hasta los once o doce millones, lo que requerirá medidas para incrementar y racionalizar este recurso.

La captación de aguas subterráneas abastece diariamente a unos dos mil habitantes de una entidad urbanística, que vive una situación de conflicto con la Confederación Hidrográfica del Tajo y el Canal de Isabel II. La Administración, continuó, ha abierto unos dos mil expedientes sancionadores a usuarios de aguas subterráneas, lo que indica que “algo funciona mal; o los usuarios son unos desaprensivos, o las normas y los sistemas de control no son correctos”. Por eso, subrayó, “es necesario que los usuarios se agrupen y colaboren conjuntamente con la Administración para establecer un sistema sostenible y factible que satisfaga a todos”.

La asociación ha rebatido un informe de un alto funcionario de la confederación que ponía en cuestión el derecho de las urbanizaciones a usar el acuífero. “Lo que les molesta es que lo usemos procedente de un proveedor que no les gusta, porque no tendríamos problemas si lo hiciéramos con otro”, mantuvo el ponente. Lo que está en cuestión es quién cobra por el servicio. Según Atienza, es ético usar este valioso recurso porque está disponible en beneficio de la población, para usos legítimos y de forma controlada y racional. “No sé por qué se puede pensar que regar un campo deportivo, un jardín o usar el agua para fines recreativos es menos ético que se evapore en otro sitio, se use en otro riego o que quede en el acuífero sin usarse”. Para Atienza, este problema es una muestra más de la confrontación entre lo público y lo privado, que se manifiesta en otros ámbitos, como la educación o la sanidad

Que se pretenda imponer a estos usuarios una tasa para contribuir al sostenimiento de los costes fijos del sistema de distribución de agua del Canal de Isabel II, no les preocupa, según Atienza; pero cree que habría que analizar los costes del suministro general, porque “lo absurdo es tener el agua aquí, ir a captarla a otro sitio y traerla hasta este mismo lugar, cuando ese coste se puede ahorrar”.

Aprovechamiento geotérmino, el gran desconocido

En último lugar, Celestino García de la Noceda, ingeniero de minas y miembro del Instituto Geológico y Minero de España, aseguró que no venía a hablar de agua, sino de energía, de geotermia, algo desconocido en general, cuando no es más que una surgencia de agua termal con una cierta temperatura.

Hay cursos de agua geotérmica que pueden producir electricidad y, en otros casos, solo calor. En los años 70 del siglo pasado, una compañía encontró agua a más de 30 grados a 600 metros de profundidad, y se sabe que es posible aprovechar las aguas subterráneas que están a unos dos mil metros, con una temperatura de 80 grados, para calentar viviendas directamente. Los resultados de los sondeos fueron óptimos, pero en esas fecha surgió el gas natural, que es un competidor desigual, ya que permite hacer instalaciones individuales, mientras la geotermia requiere instalaciones centralizadas.

La aparición de la bomba de calor para climatizar viviendas, abrió la puerta a recursos de muy baja temperatura, ya que aprovecha la estabilidad térmica del subsuelo poco profundo para suministrar frío y calor. Solo a diez metros o quince metros de profundidad la estabilidad térmica es constante, dijo García de la Noceda. Existen más de cien instalaciones geotérmicas en Madrid, con sistemas verticales cerrados y sistemas termoactivados, entre otros. Pero su uso no se ha generalizado porque los inversores tiene que emplear dos años para hacer los trámites correspondientes ante la Confederación Hidrográfica del Tajo, “y no suele haber ningún inversor que se meta en este asunto a tan largo plazo, aunque es el más eficiente, utiliza una energía renovable y controlable que funciona veinticuatro horas al día todos los días del año, y resulta plenamente sostenible”, concluyó el ponente.

Durante el coloquio, el doctor Llamas Madurga comentó que, mientras el resto de comunidades autónomas cuentan con un comisario o un director general del agua con funciones razonables, en la Comunidad de Madrid este cargo no pinta nada, porque el Gobierno ha cedido todas las competencias al Canal de Isabel II, cuyos objetivos son distintos de la protección de este recurso. Sin embargo, reconoció que, en algunas cosas, como la gestión de las estaciones depuradoras que funcionan muy mal en el resto del país, las del Canal lo hacen bastante bien. El moderador añadió otro comentario preocupante: probablemente, la línea 7 del Metro se tendrá que cerrar porque no se ha tenido en cuenta adecuadamente el estudio del acuífero, y se ha excavado el túnel a través de una roca soluble de evaporitas que está “chupando” agua al Jarama, que, a pesar de ser dulce, al disolverse el terreno, se está salinizando hasta tres veces más que el agua marina; y ya han aparecido grietas en edificios.

Aprovechar las aguas subterráneas de Madrid, que a dos mil metros están a 80 grados, para calentar viviendas sería uno de los usos posibles del acuífero terciario detrítico situado bajo la capital. Pero las trabas administrativas, entre otras cosas, desalientan a los inversores del que sería un sistema sostenible y controlable de un recurso hídrico poco aprovechado, sobre el que todavía falta mucho por conocer, como puso de relieve la sesión “El agua en el capital natural”, organizada por la Real Academia de Doctores de España (RADE).

Presidida por el titular de la corporación, Jesús Álvarez Fernández-Represa, la sesión, primera de las tres programadas sobre los problemas del agua, fue presentada y moderada por Manuel Ramón Llamas Madurga, Académico de Número de la Sección de Ciencias Experimentales, de la RADE, reputado experto en la materia, quien resaltó la importancia de este acuífero, con sus más de tres mil metros de espesor, y anunció que, aunque habían sido expresamente convocados, tanto el Canal de Isabel II como la Confederación Hidrográfica del Tajo habían declinado la invitación.

El agua forma parte del concepto de capital natural, el conjunto de reservas limitadas de recursos naturales, renovables y no renovables, como el suelo, el aire y todos demás elementos de los que depende la seguridad y bienestar del ser humano, indicó Carlos del Álamo Jiménez, Presidente del Instituto de la Ingeniería de España.

La idea de capital natural surgió hace menos de veinte años, como alternativa a las políticas ambientales aplicadas por los dos grandes sistemas ideológicos del siglo XX: el socialista y el liberal. Los instrumentos de planificación e intervencionismo público aplicados por ambas posiciones han resultado, en el caso del primero, desastrosos, y en el del segundo, claramente ineficiente, precisó Del Álamo que, como ejemplo, añadió que “sería más sencillo movilizar a los casi cuatro millones de propietarios de los montes para que se preocupen de su limpieza y conservación, que el gasto en sistemas antiincendios”.

Otra propuesta para conservar la naturaleza

La propuesta del capital natural es enfocar el uso y gestión de los recursos naturales dentro de la economía de mercado para superar ineficiencias, utilizando la misma terminología y metodología de trabajo del sector económico-financiero, aplicado a la conservación de la naturaleza. El cambio conceptual requiere invertir en naturaleza para promover el desarrollo. “Invertir en infraestructura verde es tan necesario o útil como hacerlo en cualquier otra infraestructura, pero se requiere rentabilidad, no solo económica, sino social, reputacional o cultural”, advirtió el ponente. Se requiere, a la vez, introducir otros conceptos, como los servicios ambientales, e incluir sus cifras en la contabilidad nacional. La UE ya ha incorporado la idea de capital natural a sus políticas, y está invitando al capital privado a participar en la conservación de la naturaleza; y la ONU hablaba, en 2005, de la evaluación de los ecosistemas y clasificaba en cuatro estos servicios: de soporte, de provisión, de regulación y culturales.

Tras entrar en detalle en las dificultades de evaluación de los ecosistemas y los servicios medioambientales, Del Álamo apuntó que el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente ha empezado a analizar la forma de compensar a los propietarios de montes, que benefician los ecosistemas sin recibir nada a cambio. Por otra parte, una proposición no de ley aprobada este año, en el Congreso de los Diputados, pretende crear un fondo forestal nacional para compensar a los titulares de montes que generan servicios ambientales con una gestión sostenible; y, además, el Instituto Nacional de Estadística trabaja ya para incorporar al PIB, en 2030, los datos sobre la riqueza natural de España.

Aludió Del Álamo a que la calidad y cantidad del agua que consumimos los madrileños depende del estado de conservación de los bosques de la sierra; por lo que destinar, por ejemplo, un céntimo por metro cúbico para garantizar la conservación de esos montes, aseguraría la calidad del recurso y compensaría la labor de los propietarios de sus bosques, que no reciben nada por el beneficio que generan a los demás.

Madrid, sobre agua edificada

Los orígenes de Madrid y gran parte de su historia están ligados a sus aguas subterráneas, a diferencia de otras grandes capitales que se han desarrollado a ambos lados de las riberas de sus ríos, planteó Pedro Martínez Santos, profesor titular de la Universidad Complutense. Se cree, prosiguió, que el origen de Madrid fue un pequeño asentamiento visigodo en lo que sería hoy la plaza de Puerta Cerrada, cerca del Palacio Real, porque era el nacimiento de un arroyo que coincide con la calle de Segovia y fluye hacia el Manzanares. Más tarde, los musulmanes construyeron unas fortaleza militar en la misma zona.

Desde siempre, los madrileños han ignorado el Manzanares, por sus fuertes estiajes en verano y peligrosas crecidas en invierno. Como proclama la divisa de su escudo de armas, la ciudad se edificó sobre piedra de pedernal que cubría las aguas del acuífero detrítico, almacenadas en lentejones de arena imbricados en una matriz arcillosa, afirmó Martínez. La influencia del agua en la toponimia madrileña es enorme. Las mayras, una técnica de captación de aguas subterráneas por pozos horizontales, desarrollada en Persia, es el término que parece dar origen al nombre de la ciudad por deformación de mayrat, matrice, matriz, Madrid: “lugar donde abundan las mayras, o canales subterráneos de agua”. E, incluso, el vocablo persa original, Qanat, es el germen de canal, cántaro, caño, cañería, alcantarillado, canillas, canillejas, etc.

En 1750, Madrid contaba con abundantes mayras que abastecían las fuentes repartidas por la ciudad. Cien años después, la población superaba los 200.000 habitantes, y sus 125 kilómetros de galerías de agua subterránea comenzaban a ser insuficientes. El problema alcanzó tal gravedad que Carlos IV llegó a plantearse el traslado de la capitalidad. Pero, tras probar otras opciones, se optó por construir un canal desde el valle del Lozoya, en una obra faraónica para la época, que adoptó el nombre de la reina Isabel II. El agua llegó a la ciudad en 1858, y la población se disparó al coincidir con el ferrocarril y otros avances. La política hídrica española cambió y empezaron a construirse embalses en la sierra. El acuífero, tras la perforación de varios pozos, se utiliza en tiempos de sequía, pero poco más. En cuanto a los vestigios de las mayras, o viajes del agua, Martínez propuso su aprovechamiento con fines turísticos.

Administración y usuarios del acuífero, enfrentados

Juan Atienza Serna, Presidente de la Asociación de Usuarios del Acuífero de Madrid, expresó sus dudas sobre la capacidad de la capital para garantizar el suministro de agua a una población que, de seis millones de habitantes, puede crecer en el futuro hasta los once o doce millones, lo que requerirá medidas para incrementar y racionalizar este recurso.

La captación de aguas subterráneas abastece diariamente a unos dos mil habitantes de una entidad urbanística, que vive una situación de conflicto con la Confederación Hidrográfica del Tajo y el Canal de Isabel II. La Administración, continuó, ha abierto unos dos mil expedientes sancionadores a usuarios de aguas subterráneas, lo que indica que “algo funciona mal; o los usuarios son unos desaprensivos, o las normas y los sistemas de control no son correctos”. Por eso, subrayó, “es necesario que los usuarios se agrupen y colaboren conjuntamente con la Administración para establecer un sistema sostenible y factible que satisfaga a todos”.

La asociación ha rebatido un informe de un alto funcionario de la confederación que ponía en cuestión el derecho de las urbanizaciones a usar el acuífero. “Lo que les molesta es que lo usemos procedente de un proveedor que no les gusta, porque no tendríamos problemas si lo hiciéramos con otro”, mantuvo el ponente. Lo que está en cuestión es quién cobra por el servicio. Según Atienza, es ético usar este valioso recurso porque está disponible en beneficio de la población, para usos legítimos y de forma controlada y racional. “No sé por qué se puede pensar que regar un campo deportivo, un jardín o usar el agua para fines recreativos es menos ético que se evapore en otro sitio, se use en otro riego o que quede en el acuífero sin usarse”. Para Atienza, este problema es una muestra más de la confrontación entre lo público y lo privado, que se manifiesta en otros ámbitos, como la educación o la sanidad

Que se pretenda imponer a estos usuarios una tasa para contribuir al sostenimiento de los costes fijos del sistema de distribución de agua del Canal de Isabel II, no les preocupa, según Atienza; pero cree que habría que analizar los costes del suministro general, porque “lo absurdo es tener el agua aquí, ir a captarla a otro sitio y traerla hasta este mismo lugar, cuando ese coste se puede ahorrar”.

Aprovechamiento geotérmino, el gran desconocido

En último lugar, Celestino García de la Noceda, ingeniero de minas y miembro del Instituto Geológico y Minero de España, aseguró que no venía a hablar de agua, sino de energía, de geotermia, algo desconocido en general, cuando no es más que una surgencia de agua termal con una cierta temperatura.

Hay cursos de agua geotérmica que pueden producir electricidad y, en otros casos, solo calor. En los años 70 del siglo pasado, una compañía encontró agua a más de 30 grados a 600 metros de profundidad, y se sabe que es posible aprovechar las aguas subterráneas que están a unos dos mil metros, con una temperatura de 80 grados, para calentar viviendas directamente. Los resultados de los sondeos fueron óptimos, pero en esas fecha surgió el gas natural, que es un competidor desigual, ya que permite hacer instalaciones individuales, mientras la geotermia requiere instalaciones centralizadas.

La aparición de la bomba de calor para climatizar viviendas, abrió la puerta a recursos de muy baja temperatura, ya que aprovecha la estabilidad térmica del subsuelo poco profundo para suministrar frío y calor. Solo a diez metros o quince metros de profundidad la estabilidad térmica es constante, dijo García de la Noceda. Existen más de cien instalaciones geotérmicas en Madrid, con sistemas verticales cerrados y sistemas termoactivados, entre otros. Pero su uso no se ha generalizado porque los inversores tiene que emplear dos años para hacer los trámites correspondientes ante la Confederación Hidrográfica del Tajo, “y no suele haber ningún inversor que se meta en este asunto a tan largo plazo, aunque es el más eficiente, utiliza una energía renovable y controlable que funciona veinticuatro horas al día todos los días del año, y resulta plenamente sostenible”, concluyó el ponente.

Durante el coloquio, el doctor Llamas Madurga comentó que, mientras el resto de comunidades autónomas cuentan con un comisario o un director general del agua con funciones razonables, en la Comunidad de Madrid este cargo no pinta nada, porque el Gobierno ha cedido todas las competencias al Canal de Isabel II, cuyos objetivos son distintos de la protección de este recurso. Sin embargo, reconoció que, en algunas cosas, como la gestión de las estaciones depuradoras que funcionan muy mal en el resto del país, las del Canal lo hacen bastante bien. El moderador añadió otro comentario preocupante: probablemente, la línea 7 del Metro se tendrá que cerrar porque no se ha tenido en cuenta adecuadamente el estudio del acuífero, y se ha excavado el túnel a través de una roca soluble de evaporitas que está “chupando” agua al Jarama, que, a pesar de ser dulce, al disolverse el terreno, se está salinizando hasta tres veces más que el agua marina; y ya han aparecido grietas en edificios.