La RADE rinde homenaje póstumo al que fuera su presidente Alberto Ballarín Marcial

Los intervinientes resaltaron el perfil estudioso, humanista, jurídico, agrarista, político y poliédrico del que calificaron como hombre cabal y académico entusiasta

La RADE rinde homenaje póstumo al que fuera su presidente Alberto Ballarín Marcial

Estudioso, humanista, jurista, agrarista, político y hombre cabal y de bien, Alberto Ballarín Marcial puso su ingenio a trabajar en la Real Academia de Doctores de España (RADE) con relevante éxito, como se puso de manifiesto durante la sesión in Memoriam celebrada por la corporación para homenajear al que fuera su Presidente de 2001 a 2006.

Después de abrir la sesión, el Presidente de la RADE, Jesús Álvarez Fernández-Represa, destacó que el homenajeado fue miembro de otras Reales Academias, como la de Agricultura de Francia, la Sevillana de Legislación y Jurisprudencia y la Nacional de Jurisprudencia y Legislación, así como de la Aragonesa de Jurisprudencia y Legislación. El 25 de mayo de 1994 ingresó en la sección de Derecho de la RADE, la medalla 103, con el discurso Medio siglo de legislación agraria en España: De la agricultura tradicional a la agricultura competitiva y sostenible a un nuevo mundo rural, al que contestó Jaime Lamo de Espinosa. Pronunció numerosas conferencias, como la que en 1998 tituló El futuro de la agricultura, una visión de la profunda transformación que estaba viviendo el sector.

Durante su mandato al frente de la RADE, de 2001 a 2005, se publicaron los primeros Estatutos de la corporación, señaló Álvarez Fernández-Represa, que se mostró complacido al subrayar dos de las actuaciones más importantes de Ballarín Marcial: la edición del libro El estado de España, con la colaboración de 63 académicos, que en sus más de 800 páginas abordaba las cuestiones más importantes del país en aquel momento, y el ingreso en la institución de 23 académicos electos, lo que supuso una enorme renovación de la corporación.

Al dejar la presidencia, recibió la medalla al mérito doctoral en su categoría de oro, y continuó participando activamente en la Academia; incluso después de pasar a supernumerario, en 2015.

Padre del derecho agrario español

Para Antonio Jiménez-Blanco, miembro electo de la sección de Derecho, Ballarín Marcial tenía una singular capacidad para desdoblarse. Era un Notario de primer orden en Madrid. “Alberto llenaba la escena como si fuera al tiempo el comprador, el vendedor y el acreedor. No ya dos, sino tres en uno”, apuntó. Pero también fue un gran estudioso de la vida rural española del siglo XX, y se le suele citar como el padre del derecho agrario español. Mas esa calificación no le basta, continuó: “Porque lo suyo fue sobre todo lo que hoy llamaríamos la sociedad rural”. Y, en tercer lugar, era un Académico de pro.

Citó Jiménez Blanco aspectos más personales del homenajeado: marido devoto, padre ejemplar de ocho hijos e incondicional amigo de sus amigos. Y, luego, expuso lo que denominó “lo intenso”, para diferenciarlo de “lo extenso”: la forma como este hombre se desplegó en cada una de esas cosas. “Su proverbial entusiasmo, en una palabra, infrecuente entre los seres humanos, que acaban viéndose vencidos por la desconfianza o el desengaño, cuando no el toedium vitae”, a pesar de los golpes que recibió su vida en los últimos años: la muerte de su esposa Juana Mari, y la casi total pérdida de la visión. El ensimismamiento de su época final no le privó, insistió Jiménez Blanco, de su capacidad de apasionamiento por todo lo que le interesaba. Y, antes de terminar, estableció, como tarea esencial de la RADE, no dejar que la damnatio memoriae, alcance con el tiempo a la figura de Ballarín Marcial.

Recordó el doctor Jaime Lamo de Espinosa, miembro de número de la Sección de Ingeniería, que tuvo el inmerecido honor de responder al discurso de ingreso de Ballarín Marcial, “dada la inmensa amistad que nos unía desde hacía varias décadas”. Y, hace unos meses, cuando cumplió 92 años, tuvo la enorme alegría de participar, con su familia y con el profesor Tamames, en su fiesta de cumpleaños.

Recorrió Lamo de Espinosa la biografía del homenajeado. Nacido en Sariñena, Huesca, en 1924. Hijo y nieto de labradores, su niñez transcurrió en el ámbito rural, donde aprendió todo sobre la vida agraria y la grandeza de las virtudes de los agricultores. Tras estudiar Derecho y doctorarse, opositó a notaria en Sevilla, con 24 años. A partir de ahí, prosiguió Lamo de Espinosa, inició su carrera de jurista y agrarista, alternando su trabajo con la enseñanza de Derecho Agrario. Fue nombrado vocal de la Comisión General de Codificación y, con 34 años, ganó plaza de notario de Madrid.

El Instituto de Estudios Agro-Sociales, que presidía el padre de Lamo de Espinosa, fue un organismo crucial para Ballarín, primero como colaborador, más tarde como Presidente de la Sección de Derecho Agrario, y siempre como colaborador de su revista. De 1973 a 1975 fue Presidente del Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA), donde tuvo ocasión de realizar sus sueños de reformador influido por Joaquín Costa. En el Ministerio de Agricultura, Ballarín, presidente del IRYDA y el ponente, director del Gabinete Técnico del ministro Allende, aprendieron a conocerse. En aquella época Ballarín era ya un reformista, manifestó, pero no solo agrario, sino también del sistema político. Porque Ballarín era un liberal cristiano, lleno de impulsos renovadores, un ilustrado inquieto, que busca el cambio y apuesta por una democracia sin fisuras donde la igualdad de voto no es discutible. Por eso se encontraron nuevamente militando en la UCD, y fue elegido senador por Huesca en dos legislaturas.

La vida les emparejó de nuevo cuando Lamo de Espinosa ejerció la cartera de Agricultura, y llamó a Ballarín para preparar el ingreso en la Comunidad Económica Europea. Fue también miembro de la Comisión Permanente en el Senado (1978-82), Presidente de la Comisión de Defensa del Senado, y años más tarde, Vicepresidente de la Diputación General de Aragón (1979-81). Mantuvo siempre su profunda vocación de profesor y de jurista agrario: de 1962 a 1973, como catedrático de Derecho Agrario de la Universidad Complutense; después, como Presidente de la Asociación Mundial de Derecho Agrario, tras haber sido director de la Asociación Española de Derecho Agrario, además de otras innumerables actividades y cargos.

Entre las numerosas condecoraciones que recibió, figuran: la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort, la del Mérito Agrícola francés, la del Mérito de Italia, la del Cruzeiro do Sul Brasil, y las grandes cruces españolas del Mérito Agrícola, del Mérito Civil y del Mérito Constitucional.

Y, en medio de su densa y prolija actividad, escribió Derecho Agrario, Estudios de Derecho Agrario y Política Agraria, China: otra Perestroika, o Aragón: Discursos sobre su espíritu y su economía; amén de incontables artículos y trabajos especializados.

Hombre de bien

Alberto Ballarín, concluyó el interviniente, fue un estudioso, humanista, jurista, agrarista, político y sobre todo un hombre cabal, un hombre de bien que puso su ingenio a trabajar en este noble recinto. “Pero nada de todo lo descrito hubiera sido concebible en Alberto sin el apoyo ferviente y constante de su excepcional mujer, Juana Mari, cuya pérdida en 2010 inició el ensimismamiento del homenajeado”.

Luis Martínez-Calcerrada, Presidente de la Sección de Derecho de la RADE, resaltó la labor y la calidad jurídica de Alberto Ballarín como notario y como profesor, y recordó que fue Federico de Castro quien le adentró en la materia del Derecho Agrario, que el interviniente definió como una rama del derecho público que regula todo lo concerniente a la masa rural y abarca todos los conflictos que derivan de esa actividad. Tras afirmar que Ballarín dio carta de naturaleza a esta materia y su relevante actividad como presidente de diferentes entidades relacionadas con ella, concluyó diciendo que su imagen le recuerda siempre estampas inolvidables.

Después de que varios asistentes tomaran la palabra para rememorar experiencias vividas con el homenajeado, su hijo mayor, Alberto Ballarín, dio las gracias en nombre de sus hermanos, que asistían a la sesión, y resaltó la emoción de todos ellos por la evocación que se había hecho de sus padres. Para nuestro padre, afirmó, la RADE era un sitio donde era feliz, porque en ella proyectaba su personalidad poliédrica y su capacidad de entusiasmo, de empatía y de dinamismo.