Cervantes, homenajeado por la Real Academia de Doctores de España desde la perspectiva del siglo XXI

Miembros de la RADE describieron al genial autor como hondo conocedor de asuntos de fe y del pensamiento económico y político, creador de sabiduría humana y fuente de inspiración de insignes pensadores

Cervantes, homenajeado por la Real Academia de Doctores de España desde la perspectiva del siglo XXI

Versado notablemente en asuntos de fe, conocedor cabal del pensamiento económico y la filosofía política de su tiempo, reconocido creador de sabiduría humana, autor de una novela para todos los siglos, precursor del liberalismo moderno y fuente de inspiración y vivero de ideas para insignes pensadores. Con estas características, entre otras, se describió la figura universal de Miguel de Cervantes durante las dos sesiones que la Real Academia de Doctores de España (RADE) ha dedicado a homenajear al escritor alcalaíno en el 400 aniversario de su muerte, bajo el título “Cervantes, en la perspectiva del siglo XXI”.

En la primera sesión intervinieron los doctores Santiago Madrigal Terrazas, presidente de la sección de Teología, que habló de “Lo religioso en el Quijote: notas marginales”; José Antonio Rodríguez Montes, bibliotecario y miembro de la sección de Medicina, que abordó “La cirugía en la época de Cervantes”, y Emilio de Diego García, secretario general y miembro de la sección de Humanidades, que se refirió a “Cataluña en perspectiva cervantina”. Y en la segunda sesión participaron los doctores Ignacio Buqueras y Bach, presidente de la sección de Humanidades, que trató sobre “Cervantes en el Homenaje Universal al Idioma Español”; Victoriano Martín Martín, académico de número de la sección de Ciencias Políticas y Economicas, que disertó sobre “Cervantes y la economía política”, y Ángel Sánchez de la Torre, académico de número de la sección de Derecho, que discurrió sobre “La justicia de Sancho”.

El enigma sobre el nivel cultural de Miguel de Cervantes fue el punto de partida de la intervención del doctor Madrigal, que trasladó la cuestión al terreno religioso. Es claro que ni don Quijote ni Sancho son teólogos, como tampoco Cervantes. Pero, reflejado en sus protagonistas, el autor aparece como un hombre no solo versado en desdichas y versos sino también en cosas de moral y en asuntos de la fe.

Centró Madrigal su atención en el tema de la obra que, desde el mismo prologo, no resulta otro que una invectiva contra los libros de caballerías. Sin embargo, aunque se trate de un libro de entretenimiento, contiene el Quijote innumerables datos de la pugna intelectual y religiosa de aquella centuria en la que comenzaron a fraguarse una identidad católica y una identidad protestante, subrayó. Cervantes, prosiguió, da pruebas de un conocimiento notable en “temas religiosos, como las propiedades de Dios y la naturaleza angélica del diablo, los novísimos (muerte, juicio, infierno, gloria) y el purgatorio, los siete sacramentos, el culto a los santos, los objetos y las prácticas piadosas, así como los asuntos morales, uno de los temas más estudiados en la novela”. Y remitió a Salvador Muñoz, que descubre al escritor como “un creyente fervoroso y sincero, católico de convicción y nada polémico, que se siente impelido a dar testimonio de su fe a través de su obra literaria”.

Concluye Madrigal que Cervantes trata el tema religioso, como mostrara Muñoz. “Ahora bien, nunca ha abandonado su tarea de escritor y su perspectiva literaria. El Quijote es literatura de ficción en la pluma de un cristiano laico, religiosamente comprometido”. Y coincide con Ciriaco Morón en que “el catolicismo, como dogma y ética, es el trasfondo ideológico de la obra de Cervantes, pero no es su tema”. Cervantes, continua, “puso fin a su novela con el diálogo de Cide Hamete y su pluma; ella ha cumplido ‘con su cristiana profesión’, mientras que el autor recuerda por última vez su intención y su objetivo: “Poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías”, además de rebatir la obra del falsario Avellaneda.

Terminó Madrigal mostrando su agrado por el juicio del bibliógrafo Nicolás Antonio, para quien el Quijote es “festivísima invención de un héroe, nuevo Amadís a lo ridículo, que agradó tanto que oscureció todas las bellezas de las antiguas invenciones de esta clase, que, por cierto, no eran pocas”, porque “levanta acta de la desaparición de la literatura caballeresca, sin destruir, sino depurar los ideales caballerescos: la libertad, la defensa de los débiles, el heroísmo, la fidelidad a su amor, la tolerancia…, al tiempo que nos enseña a ver y entender las complejidad infinita del mundo de los hombres y mujeres, también en esa dimensión que mira hacia la realidad trascendente, hacia la misericordia, la bondad y la providencia de Dios”.

Entre epidemias y hambrunas

En la España de Cervantes había epidemias y hambrunas, y eran enfermedades habituales carbunco, difteria, peste y sífilis, afirmó el doctor Rodríguez Montes en su intervención. La cirugía habitual trataba traumatismos, fracturas, heridas de arma blanca y de fuego, amputaciones o hernias. Como dato relevante apuntó que la higiene personal estaba ligada a la condición social: los nobles se bañaban cada quince días o una vez al mes; y los humildes lo hacían excepcionalmente entre seis meses y un año. El lavado de manos no se practicaba porque se consideraba perjudicial hacerlo con frecuencia.

En España había dos tipos de cirujanos: de academia y de cuota, también llamados de bata larga y corta. Los de academia eran licenciados y tenían el privilegio de poder montar a caballo. Los de cuota no tenían estudios y eran muy numerosos. Solían tener un ayudante que les llevaba el instrumental, y podían bizmar, poner cataplasmas, o emplastar. No llegaban a final de mes y tenían que pagar cuatro escudos de oro por ejercer la cirugía. Estaban especializados: los angebristas, eran traumatólogos; los oftalmólogos, que batían cataratas; los hernistas, los sacamuelas, las parteras y comadronas. Todos, señaló, eran empíricos.

Citó el ponente nombres de cirujanos académicos que hicieron progresar la cirugía, como Dionisio Daza Chacón, autor de un texto sobre cirugía; Francisco de Arceo, que preparó un bálsamo que lleva su nombre y ha estado vigente durante más de 300 años para el tratamiento de las heridas, o Francisco Díaz, al que la urología actual debe casi el 80 por ciento de sus conocimientos.

Los cirujanos utilizaban como anestésicos zumo de beleño, zumo de cicuta, mandrágora y cocciones de adormidera, y para uso tópico empleaban aceite rosado, aceite violado, canela, defensivos de Juan Vigo, vinagre y cataplasmas. Su instrumental incluía cuchillos y navajas, tijeras, agujas de suturar, lancetas, trépanos, espéculos, propulsorios y embudos. Y como medicamentos usaban ungüentos, corrosivos, purgantes, lavativas y sangrías.

Concluyó Rodríguez Montes que la cirugía en época de Cervantes fue consecuencia de la Edad Media y el Renacimiento. Hubo cirujanos que aportaron experiencia y conocimiento que hicieron avanzar la cirugía; además de la enseñanza en las universidades, la medicina se adentró en el campo de la observación directa y la disección anatómica, porque surgió el espíritu de querer saber más.

Cervantes, fuente de sabiduría

En opinión del doctor García de Diego, la conmemoración del 400 aniversario de la muerte de Cervantes, al que Harold Bloom colocó junto a Shakespeare entre los escasísimos seres humanos que han contribuido a la sabiduría de la humanidad, no se está desarrollando en ámbitos oficiales como se merece el ilustre alcalaíno. Nada de lo que ha hecho Cervantes está hecho al azar, todo tiene un fundamento, agregó. El Quijote es una novela para todos los siglos, porque es la respuesta siempre vigente a una realidad imperfecta, que gravita entre dos posiciones: la aceptación sumisa, lo políticamente correcto, o la búsqueda de la superación, la realización del mito convirtiendo la ficción en historia, el esfuerzo por modelar la vida a partir de la ficción.

Se cree que Cervantes estuvo en Barcelona en 1579, porque había herido a Antonio de Segura, pero no hay certeza, ni tampoco de que estuviera en 1571. Pero sabemos que estuvo en 1610, aseguró el ponente, porque había ido en busca de su mecenas, el conde de Lemos, que iba camino de Nápoles, con la esperanza de que le llevara a Italia. Tenía entonces 63 años, y fue entre los 66 y los 68 cuando publicó la mayor parte de sus obras, entre ellas, la segunda parte del Quijote, en la que transcurre la andadura del caballero por la ciudad catalana. En ella describe Barcelona de manera excelsa y laudatoria, enfatizando todo lo atractivo de la Ciudad Condal, donde se encuentra a gusto.

En Cataluña encuentra don Quijote al Caballero de la Blanca Luna, capitulo a partir del cual va muriendo el héroe cervantino, manteniendo hasta el final el sentido de la fidelidad y el rechazo de lo material. Cree de buena fe Sansón Carrasco que hace bien en hacer volver a su tierra a don Quijote; pero no tardaría en advertir su error, prosigue García de Diego. Al dejar Barcelona, el manchego razona su derrota y se justifica: “Hice lo que pude, aunque perdí la honra no puedo perder la virtud de cumplir mi palabra”. Y cuando llega a la aldea su mente sana y automáticamente se pone enfermo de muerte. No podía morir loco, necesitaba estar cuerdo para hacer creíble su final. Pero en la playa de Barcelona ha muerto el ideal, y en un rincón de La Mancha muere Alonso Quijano el Bueno, en su realidad recuperada. Y Sansón Carrasco y todos los demás quieren que siga loco, porque saben lo que significa la vuelta a la cordura.

La afirmación de “yo sé quien soy” es aplicable a Don Quijote y, sobre todo, a Cervantes, subrayó el ponente. El hombre de 68 años que cuando termina esta segunda parte está arruinado, pero pugna por vivir, y escribe al conde de Lemos que necesitaba sobrevivir. Esa puede ser la última herencia positiva del castellano manchego, aferrado como su propio autor, más de valor que de hierro armado, por ir trascendiendo los problemas, las dificultades, los sabores ingratos.

Cumbre del español

El doctor Buqueras abrió la segunda mesa redonda del homenaje a Cervantes, donde advirtió que el homenaje universal al idioma español, impulsado por la Fundación Independiente y realizado en 2015, es también un tributo al escritor alcalaíno, más aún cuando en 2016 se conmemoraba el 400 aniversario de Cervantes, cumbre de nuestra lengua. Un homenaje, destacó, en el que han colaborado 39 instituciones académicas, políticas y empresariales, entre las que figura desde el primer momento la RADE.

Repasó Buqueras los hitos fundamentales del homenaje, desde el primer acto llevado a cabo en 2014, en el Club Siglo XXI, a la clausura en el Congreso de los Diputados, en 2015. Y recordó que, entre las actividades programadas, se visitó el convento de las Trinitarias donde están los restos de Cervantes. Y destacó que en el libro que recoge puntalmente todos los detalles del homenaje al español se incluyen los discursos pronunciados por todos los premios Cervantes proclamados hasta el momento.

Desde el comienzo de 2016 se viene desarrollando la segunda fase del programa, que consiste en presentar el libro en diferentes ámbitos. La primera de estas presentaciones se hizo en la Real Academia de la Lengua, con la presencia de la vicepresidenta del Gobierno. Posteriormente, el libro se ha presentado en varios países americanos y en Roma, donde se entregó un ejemplar al Papa, el primer pontífice hispanohablante. Actualmente, se está preparando la segunda edición del libro, al que se incorporarán nuevos testimonios, entre los que habrá un texto del propio Francisco y de más presidentes de naciones que se expresan en español.

Buqueras finalizó su exposición mostrando su satisfacción, como catalán y español, por haber realizado este homenaje a una lengua que es un elemento de unión entre todos los españoles.

Conocedor de su tiempo y su cultura

Entre las lagunas de su vida son mayores las que se refieren a la formación académica de Cervantes, que no consta como alumno universitario ni en Alcalá, ni en Salamanca, reveló el doctor Martín, en el inicio de su intervención. “Dicho esto, Cervantes en sus reflexiones casi siempre cargadas de ironía muestra un conocimiento muy cabal de la que podíamos denominar corriente principal de pensamiento de disciplinas tales como economía y filosofía política, que se enseñaban en las cátedras de teología en el ámbito de la moral”.

Uno de los campos en los que Cervantes da muestra de sus conocimientos, según el ponente, es en su equiparación del despropósito de los arbitristas con el de los caballeros andantes, los buscadores de la piedra filosofal y el de quienes intentaban lograr la cuadratura del círculo, como en Coloquio de los perros. Y después en el Quijote “haría sentenciar al barbero que tiene mostrado la experiencia que todos o los más arbitrios que se dan a Su Majestad o son imposibles o disparatados o en daño del rey o del reino”.

La obra de Cervantes, indicó Martín, está llena de iniciativas y de recomendaciones para esta clase política emergente tan ávida de poder como escasa de conocimientos para comprender el funcionamiento de la sociedad y del Estado. Presenta en el Quijote un concepto de libertad como algo inherente a la dignidad del hombre, por lo que no parece exagerado al interviniente considerar a Cervantes como un miembro destacado del selecto club de los más amigos de la condición humana, en compañía de John Stuart Mill.

Cervantes también se adelantó al liberalismo moderno al establecer esa estrecha relación entre propiedad privada y libertad, porque es la propiedad lo que garantiza y refuerza la libertad, cuya garantía, señala Martín, se basa en el buen funcionamiento de la justicia mediante el cumplimiento de la ley que propugnaba don Quijote en sus consejos a Sancho, ciertamente incompatible con la razón de Estado, un concepto que implica una motivación generalmente secreta o inconfesable, que mueve a un gobernante a tomar determinadas decisiones con el pretexto del interés público aun cuando se vulneren principios morales o de justicia, y que Cervantes aborda en Coloquio de los perros y en la segunda parte de el Quijote.

Sancho y la justicia

Los grandes escritores y filósofos de nuestro tiempo toman episodios y textos de Cervantes como fuente de inspiración. Toda su obra es un vivero de ideas una potenciación tremenda de pensamientos y de imaginación de la que muchos pensadores sacan lo mejor, como Unamuno o Rilke, manifestó el doctor Sánchez de la Torre.

Examinó lo que piensa Sancho de la justicia con ejemplos, como el del astuto labrador que encuentra la ocasión de obtener un interesante salario y una ventajosa situación de futuro, la del paisano que está dispuesto a hacer trampas legales, la del escudero que encuentra la posibilidad de tener un cargo en el gobierno en la ínsula, o la del desengañado cesante. Ensalzó el manejo de vocablos que luce Cervantes en el Quijote, hasta 30.000, y su generosidad y virtud, impensables hoy, al elogiar de forma maravillosa en El viaje al Parnaso a todos los autores de su tiempo que conocía.

Se preguntó Sánchez de la Torre qué opinión tenía Sancho sobre la justicia y la ley cuando estaba en el poder. Su agudeza, dijo, perfiló temas esenciales en la sociedad cuando se sentó en el sillón de gobernador, y aprendió a valorar lo que cuesta al gobernante ser equitativo e imparcial. Mencionó algunos casos que se sometieron a su juicio. Como el de la moza que llegó asida del brazo de un hombre vestido de ganadero rico, y se quejó de que se había aprovechado de su cuerpo en el campo; a lo que el hombre respondió que, cuando volvía a su aldea, encontró a esta dueña y el diablo hizo que yacieran juntos, y que era falso que la hubiera forzado. Sancho mandó que le diera la bolsa con el dinero producto de la venta de sus cerdos, y se la entregó a la mujer. Cuando ella se hubo marchado, ordenó al hombre que le siguiera, le quitase la bolsa, aunque no quisiera, y volviera. Poco después, regresaban los dos, y la moza dijo que antes le quitaran la vida que la bolsa. Sancho se la pidió y la devolvió al hombre. Y explicó a la moza que si con el mismo valor demostrado para defender la bolsa hubiera defendido su cuerpo, “las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza”.

Mantuvo el ponente que la verdadera sabiduría llegó a Sancho cuando ya se había pasado la oportunidad de aprovecharla, al salir de la isla de Barataria, cuando recupera su ser propio y su dignidad y, llevando de la rienda a su pollino, pide que le dejen volver a su antigua libertad para que la vida pasada le resucite de esta muerte presente, y declara que “mejor se me entiende a mí de mis tareas, que de dictar leyes y defender provincias y reinos”.