María Inés López-Ibor Alcocer, académica correspondiente de la Real Academia de Doctores de España

La tristeza es uno de los síntomas más importantes del síndrome depresivo, pero no es suficiente ni necesario para considerar que haya depresión, afirmó en su discurso de ingreso

María Inés López-Ibor Alcocer, académica correspondiente de la Real Academia de Doctores de España

Continuadora de una saga de prestigiosos psiquiatras, María Inés López-Ibor Alcocer, ha ingresado como académica correspondiente de la Real Academia de Doctores de España (RADE), de la que fue miembro de número su padre, Juan José López-Ibor Aliño. En su discurso de ingreso, “Tristeza o depresión, ¿cuándo un sentimiento se convierte en una enfermedad?”, afirmó que “la tristeza es solo uno de los síntomas del síndrome depresivo, ciertamente uno de los más importantes; pero no es suficiente ni necesario para considerar que alguien tiene un cuadro depresivo”. Presidió el acto el titular de la RADE, doctor Jesús Álvarez Fernández-Represa.

“Un sentimiento como la tristeza se convierte en patológico cuando aparecen mecanismos que comprometen al sujeto, suponen una restricción de su libertad y una pérdida de posibilidades de autorrealización. Desde el punto de vista psicopatológico, la tristeza se ha asociado con la melancolía y esta con la depresión”, precisó la nueva académica correspondiente, que también lo es de la Real Academia Nacional de Medicina.

Enfermar, continuó la doctora López-Ibor Alcocer, “supone enfrentarse a un mundo hasta entonces desconocido, que implica reacciones emocionales que el médico debe conocer para poder entender bien a los pacientes; una de ellas es la depresión, que aparece ante vivencias de pérdida, incluyendo la pérdida de la salud. De ahí que la asociación entre depresión y enfermedad médica sea común. En muchos casos los signos y síntomas de depresión de los pacientes que padecen una enfermedad son los mismos que los que padecen una depresión clínica”.

Los síntomas de la depresión se han clasificado en cuatro grandes grupos. Los emocionales son los característicos de la depresión, e incluyen cambios del estado de ánimo con tristeza, pesimismo, falta de ilusión, desesperanza y tendencia al llanto. Los cognitivos expresan ideas de minusvalía e inutilidad de la persona, hasta verse inferior a los demás. Con los volitivos aparecen abulia, apatía, falta de iniciativa y de capacidad de decisión para las tareas normales de la vida diaria, lo que, junto al ánimo bajo y a la anergia, lleva a deterioro o abandono de la actividad laboral y doméstica. Los somáticos son múltiples, además de la habitual falta de energía o impulso y la lentitud de movimientos, lo más notable son los trastornos del apetito o del sueño. Se observa también disminución del deseo sexual, y se asocia a la tendencia a somatizar con cefaleas o lumbalgias.

Los ejemplos más típicos de los síntomas de la depresión son: pérdida del interés o de la capacidad de disfrutar de ac­tividades que anteriormente eran placenteras, pérdida de reactividad emocional a acontecimientos y circunstancias ambientales placenteras, despertar dos o más horas antes de lo habitual, empeoramiento matutino del humor depresivo, presencia objetiva de inhibición o agitación psicomotrices claras, pérdida marcada de apetito, de peso y de la libido.

Funciones positivas de la tristeza

Los síntomas de tristeza aparecen en todas las culturas y a lo largo de la vida, indicó la recipiendaria. “Si fuese un error, la selección natural ya lo habría eliminado, y hay datos neurobiológicos importantes que apuntan a la teoría de la evolución como, por ejemplo, la adaptación del receptor 5-HT1A, receptor implicado en los trastornos depresivos y la actividad de la corteza ventrolateral prefrontal”. “La pregunta es si la depresión tiene un valor adaptativo, y si un sentimiento vital como la tristeza tiene alguna utilidad desde el punto de vista evolutivo o no. La tristeza es compartida con otras especies, pero no la depresión. Los últimos trabajos en esta línea apuntan a que sí que lo tiene, la tristeza tiene funciones positivas y el humor depresivo también porque tiene varias funciones”, añadió.

Los sujetos melancólicos, agregó, tienen mayores competencias a la hora de juzgar con exactitud rumores y recordar sucesos pasados. Su pensamiento se vuelve más analítico, son más capaces de realizar evaluaciones y analizar lo que han hecho bien, y tienen mejores aptitudes para tomar decisiones en situaciones complejas. La depresión, con sus aspectos paralizantes, sirve para evitar decisiones inapropiadas frente a los avatares de la vida.

La teoría de la evolución puede proporcionar conocimientos útiles sobre el posible valor adaptativo de sentimientos como la ansiedad o la tristeza, y puede ser además útil a la hora de considerar un estado de humor como "normal" o como patológico y ayudar a la correcta toma de decisiones clínicas.

La tristeza y la depresión, por lo tanto, permiten sobrevivir al que las padece en un mundo que ha perdido su sentido tras la pérdida que las provocó, y llaman la atención sobre otros valores y realidades: las del límite de la propia libertad, según la nueva académica correspondiente.

“Estar enfermo, como trastorno mental, es lo más importante que el paciente deprimido tiene que asumir, todo lo que en el fondo le ocurre a nivel personal es generado, precisamente, por la exigencia de acomodarse al modo de experimentarse a sí mismo en la relación con las realidades de su mundo”, señaló.

Tradición familiar

Licenciada en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense (1992) y doctorada en el mismo centro (1994) con Mecanismos serotoninérgicos en el trastorno obsesivo-compulsivo, que obtuvo el premio extraordinario a la mejor tesis doctoral, comenzó su andadura clínica e investigadora en la psiquiatría siguiendo el legado científico de su abuelo, el profesor Juan José López Ibor, iniciador de la saga, que se hizo psiquiatra cuando aún no se enseñaba esta especialidad; y seguramente conducida por su padre, el profesor Juan José López-Ibor Aliño, miembro electo de la RADE, como recordó el doctor Antonio González González, presidente de la sección de Medicina, al presentar a la doctora López-Ibor Alcocer, en nombre de la corporación.

Obtuvo el titulo de Especialista en Psiquiatria en 2001 y, desde ese año, es profesora titular de Psiquiatría y Psicología Médica en la Complutense, donde es directora del Departamento de Psiquiatría. Ha sido vicedecana de Relaciones Institucionales y Asuntos Económicos de la Facultad de Medicina, y viceconsejera de Ordenación Sanitaria, Salud Pública y Consumo de la Comunidad de Madrid.

Su actividad investigadora se ha centrado en el estudio de las enfermedades mentales y la psicopatología, con especial énfasis en las técnicas de neuroimagen. Ha publicado mas de 80 artículos, tres libros y 18 capítulos de libros. Ha dirigido cinco tesis doctorales y ha participado, como investigadora responsable o coinvestigadora, en 15 proyectos nacionales e internacionales.

Entre otros puestos que desempeña en la actualidad, es presidenta del Patronato de la Fundación Juan José López-Ibor, miembro del Patronato de la Fundación Ortega Marañón, miembro del Consejo de Administración de la Clínica Lopez-Ibor, y vocal de la Sociedad de Psiquiatría de la Comunidad de Madrid, de la Sociedad Española de Psiquiatría y de la Sociedad de Patología Dual.

“Creo que ha sabido aunar y compaginar desde su puesto clínico las dos corrientes por las que caminan la medicina actual y los sistemas sanitarios, la llamada medicina centrada en el paciente, como máxima expresión de la entrega vocacional, y la medicina basada en la evidencia, la luz que nace de la investigación. La primera, con el objetivo cercano de cuidar de la salud del paciente, y la segunda, en la búsqueda científica de los mejores resultados para toda la población. Vertientes ambas, tan altruistas como esforzadas”, manifestó el doctor González González.